Si el Señor deseaba impedir que el ser humano alcanzara la vida eterna en estado de pecado, ¿por qué no eliminó simplemente el Árbol de la Vida, en lugar de colocar querubines y la “llama de la espada giratoria” para custodiarlo?
La propia Escritura plantea el problema y la solución:
“Y el Señor Dios dijo: ‘He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; ahora, pues, no vaya a extender su mano y tomar también del Árbol de la Vida, y comer, y vivir para siempre’.” (Génesis 3, 22)
Y enseguida:
“Y expulsó al hombre y, al oriente del jardín del Edén, colocó querubines y la llama de la espada que se revuelve para guardar el camino del Árbol de la Vida.” (Génesis 3, 24)
De los versículos surge una tendencia de principio: el árbol no se elimina de la creación, sino que se protege el camino hacia él. A continuación, algunas líneas de comprensión:
- Corrección en lugar de destrucción – La buena creación no se anula; se cierra hasta que sea digna. El Creador impide una “eternidad corrompida” – vida eterna sin corrección moral – pero no cancela la posibilidad de la vida verdadera. El árbol permanece y sólo se bloquea el acceso.
- Mantener un objetivo moral – La existencia permanente del árbol, junto con la estricta custodia del “camino”, establece un objetivo: una vida eterna que no es resultado de un atajo sino fruto de un camino recto. No se niega la vida, sino que se pospone hasta después de un proceso de depuración y arrepentimiento.
- Elección y libertad espiritual – La esencia del relato bíblico es la responsabilidad del hombre. La expulsión del Edén no cierra la posibilidad del bien, sino que crea un espacio de elección y trabajo. En lugar de una solución técnica – una sola comida – la persona es llamada a recorrer todo un camino de decisión, corrección y madurez espiritual.
- “El camino del Árbol de la Vida” como símbolo de acercamiento a la sabiduría – En la Biblia posterior, “Árbol de la Vida” también se utiliza como imagen para la Torá y la sabiduría: “Es árbol de vida para quienes la abrazan, y dichosos son los que la sostienen” (Proverbios 3, 18). La custodia del camino hacia el Árbol de la Vida simboliza el proceso de acercarse a la sabiduría divina —no como un privilegio mítico, sino como un desafío existencial y espiritual: adquirir sabiduría y rectitud moral que permitan una vida plena y eterna.
La Torá prefiere preservar lo bueno y protegerlo, estableciendo que su puerta está cerrada hasta el momento adecuado, y no destruirlo. Los querubines y la llama de la espada giratoria no son solo un símbolo de castigo sino una puerta cerrada que se abrirá no por la fuerza sino por el camino correcto.